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Modernismo

Modernisme

REPORTATGE. Per Miriam Redon

En el último cuarto del siglo XIX nace una nueva tendencia en Europa a la que llamamos Art Noveau; el estilo que inaugurará la arquitectura moderna. Si bien es cierto que a lo largo de la historia las dudas y  la problemática que han envuelto este movimiento son muchas, a nuestro parecer, el Art Noveau es el inicio de la era moderna; es la reacción de un espíritu crítico narrativo ante la revolución industrial. Pues este espíritu, precisamente, es lo que hará de los arquitectos de este movimiento arquitectos post-modernos.

El Art Noveau es un arte de líneas ondulantes y de decoración formalizada que deriva de la naturaleza y de los modelos naturales. Esto, para el arquitecto, implicaba libertad, en el sentido de una ruptura radical con las restricciones que el arte académico institucional imponía. Por lo tanto, podemos decir, que todo arquitecto Art Noveau intentará cultivar al mismo tiempo la estética, la belleza y la forma.  Como bien nos decía William Morris en su escrito El arte bajo la Plutocracia la idea de arte está cambiando y se debe creer en la fusión de la técnica y la estética, pues las épocas de mayor esplendor arquitectónico han sido aquellas en que artistas y obreros han conseguido unir sus cualidades. Morris, en la mecanicidad, extraña el principio humano, por eso afirma que el Art Noveau no es un estilo artístico sino una idea de arquitectura. Así pues, podemos definir el Art Noveu como un movimiento arquitectónico que se extiende por toda Europa adoptando diferentes nombres en cada país, y una regla común en cada uno de ellos.

En el último cuarto del siglo XIX la sociedad catalana vive grandes cambios a causa de la industrialización del país. Se desarrolla una gran ciudad (Barcelona) que crece rápidamente siguiendo el modelo de las grandes ciudades europeas y se forma una burguesía industrial que quiere modernizarse e intervenir en política. Esta situación de cambio explica, en gran parte, la aparición de una serie de fenómenos que marcaron la sociedad catalana de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX: el nacimiento de un amplio movimiento cultural (el Modernismo).  Este movimiento incorporó en el ámbito catalán las características y las circunstancias del Art Noveau, pero la incorporación total fue activada por un vigor ideológico muy poderoso. El Art Noveau llegó a Cataluña con sus peculiares connotaciones de modernidad, en un momento de gran vitalidad cultural, lo cual explica el arraigamiento considerable que tuvo en ese medio.

El Modernismo catalán comprende un periodo de unos veinte años: se inicia públicamente en 1892, con la celebración de la primera Fiesta Modernista en la población de Sitges, y se da por finalizado en el año 1911 coincidiendo con la muerte del poeta y periodista Joan Maragall. El aspecto más peculiar del Modernismo catalán es que consigue introducir el arte en todas las manifestaciones de la vida social. De modo que esto nos permite hablar de Modernismo en arquitectura, pintura, escultura e incluso en música entre muchos otros ámbitos. Para divulgar sus ideas y darse a conocer los artistas modernistas no dudaban en reunirse en actos (como las fiestas modernistas de Sitges); disponían de publicaciones en la revista Avenç o se reunían para hacer tertulias en locales públicos como es el caso del café Els Quatre Gats de Barcelona. El Modernismo constituye una de las etapas más destacadas del arte catalán: instituciones y particulares hicieron grandes inversiones para hacer ciudades monumentales con grandes edificios, grandes parques, grandes trabajos escultóricos y decorativos, pinturas, carteles y joyas. Los carteles modernistas de Alexandre de Riquer, la fusión de máquina-hierro-cristal en la arquitectura de Gaudí  o las pinturas de Ramón Casas y Santiago Rusiñol son algunos ejemplos de las conquistas que el Modernismo realizó en Catalunya. Sin embargo, si hay alguna muestra que todavía perece latente en nuestra sociedad, son las farmacias. Su diseño interior y exterior puede palparse a tavés de un paseo por el ensanche barcelonés.

Y es que, en Barcelona, el Modernismo se ha convertido en uno de los signos más representativos de la ciudad, no sólo sus edificios más emblemáticos y reconocidos son ahora un patrimonio artístico universal muy valioso sino que gran parte de su riqueza se debió a la transformación del paisaje urbanístico. El modernismo abarcó todas las artes e incluso los aspectos más pragmáticos de la vida cotidiana. Este arte nuevo buscaba la belleza en cualquier objeto cotidiano dentro de una sociedad que tendía hacia la homogeneidad de sus formas visuales, y la falta de personalidad estética en la ciudad industrializada. Por esta razón, en el proceso de transformación del paisaje urbano los establecimientos, y en especial las farmacias, tuvieron gran importancia dando una personalidad extraordinaria a la ciudad. En todo este proceso decorativo que trajo el modernismo tuvieron gran relevancia las artes aplicadas, ya que combinaban perfectamente con las características comerciales de los establecimientos. El rechazo a la industrialización provocó una reacción artística que reclamaba un retorno a las artesanías de la época medieval. Consecuentemente encontramos en las farmacias la fusión de elementos ornamentales como la cerámica, el vidrio, los metales, los mosaicos y sobretodo la ebanistería, puesto que el mobiliario debido a su uso prosaico ocupaba la mayor parte del espacio.

Por otra parte, siguiendo los pretextos artísticos del modernismo encontramos en la mayoría de las farmacias modernistas gran cantidad de motivos florales y vegetales, además se hace una clara referencia a la libertad en el movimiento por medio del uso de la línea curva y la asimetría. Esto se da especialmente en las farmacias, puesto que se quiere hacer alusión a las plantas medicinales y a los herbarios como representación de la profesión. Las plantas medicinales más representadas debido a sus propiedades farmacológicas son la adormidera (Papaver somniferum), el laurel (Laurus nobilis) y la rosa. En el caso de la rosa quizás su representación es más común por su condición de símbolo de Cataluña que por sus usos terapéuticos. Por otra parte, el elemento nacionalista también es muy importante en este periodo modernista hecho que se refleja en la decoración neogótica de algunas farmacias.

Otra característica de las farmacias modernistas son los vitrales de colores, algo esencial en la decoración de las puertas y ventanas. Para su construcción se recurrió a las técnicas artesanales antiguas al mismo tiempo que se desarrollan otras nuevas. La decoración más común de estas cristaleras son los elementos naturales, sobre todo flores, plantas e inscripciones; un ejemplo seria la gran cristalera de la entrada de la farmacia Bolós (antiguamente llamada Novellas) decorada con un gran árbol con hojas. La luz que se filtraba a través de esta combinación de cristales de colores daba un tono mágico y misterioso al establecimiento. Por último podríamos destacar los diseños de las lámparas modernistas, normalmente eran de hierro y con formas sinuosas. Los bulbos de cristal podían ser muy diversos (con formas florales, de varios colores o envueltas por una decoración de hierro forjado). En este caso podríamos nombrar la delicada construcción de las luces de la farmacia Diví. Se trata de dos conjuntos de tulipanes soportados por tubos metálicos alrededor de unas columnas que dota de gran elegancia a la tienda. Todos estos elementos hacen patente el interés del modernismo por abarcar todo tipo de utensilios cotidianos.

En definitiva, en la decoración de las farmacias modernistas se fusionaban todas las artes aplicadas y decorativas resultado de un trabajo conjunto de diversos artesanos que no dudaron en aplicar a su trabajo los nuevos dictados artísticos sin dejar de lado ningún sector. Por esta razón es habitual que las farmacias modernistas recibieran todo tipo de halagos e incluso que algunas recibieran premios en los concursos de edificios artísticos y establecimientos urbanos de la ciudad.

Actualmente se conservan únicamente 26 farmacias modernistas de las 63 existentes en entre los años 1889-1914, siendo estos los establecimientos modernistas más numerosos de Barcelona. Su progresiva desaparición se debe a que del mismo modo que los farmacéuticos adaptaron sus comercios a las premisas del modernismo también lo hicieron con los movimientos artísticos posteriores. En especial, con la llegada del novecentismo en la primera mitad del siglo XIX se consolidó una corriente artística que rechazaba el modernismo y la tradición romántica. De esta manera la ornamentación modernista en las farmacias pasó a considerarse horrible y antigua, por lo que sus propietarios amoldándose al nuevo clima artístico empezaron a reformar sus farmacias según el gusto estético del momento. Actualmente las cosas han cambiado, el modernismo ha recuperado su admiración anterior y hay una preocupación por conservar esta parte del patrimonio de Barcelona. Aún y así, el paso del tiempo sigue en contra del modernismo, por lo que a pesar de todo algunas farmacias se siguen reformando con decoraciones más actuales y más prácticas. En definitiva, el modernismo tuvo tal impacto en la Barcelona del momento que los últimos resquicios de este movimiento artístico en algunas farmacias y otros establecimientos conforman un paisaje urbano ya característico de nuestra ciudad.

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